El Ministerio Apóstolico a Judios y Gentiles



Por. Oscar García.
Ministerio Escuela Preterista Hispana.

EL MINISTERIO APOSTÓLICO A JUDÍOS Y GENTILES

Jesús envió a los doce apóstoles con las siguientes instrucciones:

No vayan a los gentiles ni a los samaritanos” (MAT.10.5)

Sin confusiones: fue a Israel, a los judíos, a quienes el Señor envió los apóstoles para predicar el evangelio del arrepentimiento antes de la llegada del DÍA DEL SEÑOR, en donde se pagaría a cada uno según su obra. Tal era la urgencia del mensaje que Jesús dio instrucciones precisas de evitar entrometerse con otros pueblos con tal de llevar el mensaje al pueblo judío.

 Sin embargo, la misericordia del Señor comenzó a abrir la puerta de entrada a los gentiles como glorioso anticipo de la nueva era que el NUEVO PACTO traería a la humanidad, en donde el Reino, ya no sería exclusivo de un solo pueblo sino sería pertenencia de todos los que tuvieran fe.

 Así, Pedro fue instruido en un momento de éxtasis (en donde vio bajar delante de él un lienzo lleno de animales comestibles que a los judíos se les había dado como inmundos con la orden: “¡come!”) y comprendió que el evangelio incluía a los gentiles y no solo a los judíos, como hasta el momento, ellos como apóstoles habían creído.

 De hecho, la Gran Comisión fue establecida para alcanzar con urgencia a los judíos residentes en la tierra de Canaán y también a los dispersos por el imperio Romano; veinte años después de la partida del Señor continuaban anunciando exclusivamente a los judíos. La experiencia espiritual de Pedro fue el preludio de la formación de la iglesia de Antioquia, de donde surgiría el llamado “Apóstol a los Gentiles”: Pablo.

 Ya en escena, Pablo (antes Saulo de Tarso), se entrevistó con los apóstoles del Señor: “…como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles), y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión” (GAL.2.7-9).

 Por supuesto que existe UN SOLO EVANGELIO; pero en el momento intermedio de las eras (el fin del Pacto Mosaico y la entrada del Nuevo Pacto) estuvieron funcionando simultáneamente el evangelio de la circuncisión (para los judíos que no dejaron de serlo sino hasta la destrucción de su cultura en el año 70) y el evangelio de la incircuncisión (para los gentiles que no tenían obligaciones culturales judías).

 Y es que, a pesar de la llegada del Nuevo Pacto, los judíos aún se veían obligados a las restricciones propias de su cultura hasta que terminara el tiempo de la misma. Por el lado contrario, los gentiles disfrutaban ya de la libertad de la Gracia que Cristo otorgaba a los creyentes hasta nuestros días.

 Desafortunadamente el cristianismo adoptó inapropiadamente el evangelio de la circuncisión que quedó abolido en el año 70 con la destrucción del Templo y su cultura de ceremonias y ritos que solo eran sombra de la realidad espiritual en Cristo (HEB.10.1).

 Este auto-secuestro producto de una pésima hermenéutica ha tenido a la iglesia inactiva e infuncional al estar esperando resultados en las viejas fórmulas que ya quedaron en el pasado y no corresponden a la era de la Gracia. 

 Confundidos con un “evangelio” de obras al estilo Mosaico, insisten en las ceremonias y rituales que distraen a la verdadera fe en Cristo:

·       Centralidad en un “templo” material. Ignorando la realidad de pertenecer al TEMPLO ESPIRITUAL edificado con piedras vivas (los creyentes, según 1PED.2), se somete al creyente a una asistencia y sostenimiento de una institución que nada tiene que ver con el organismo vivo que es la Iglesia: “…la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre” (JUA.4.21).


·       Dependencia de un clero especializado. Olvidando la categoría del creyente que es reconocido por la Escritura como Sacerdocio real, se mantiene ignorantes e inmaduras a las “ovejas” (término despectivo que denota incapacidad de autogobernarse como sucedía en el AT) para obligar a depender de un auto proclamado “pastor” (ministerio que fue dado, junto con los llamados ministerios especiales, para la transición antes del establecimiento del Reino con la caída del Templo jerosolomitano): Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (JER.31.33-34).

 

·       Insistencia en ritualismos que carecen de valor y sentido. Existen quienes dicen: “Hay que rescatar las raíces hebreas del cristianismo…”; pero ¡ya fuimos librados de estas! No hace falta hacerse prosélito ni observante de ningún ritualismo para acceder a la fe. Es más, Pablo denomina heredero de la Promesa a los que están en Cristo (GAL.3.29). Los “sacramentos” que se observaron antiguamente en el pasado, hoy los vemos como una realidad espiritual cumplida en nuestras vidas: Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” (GAL.4.3-5).

 

El ministerio transicional a los judíos dado a los doce apóstoles quedó abrogado en la caída del Templo y la Ley Mosaica del año 70. Sin embargo, el glorioso evangelio de Pablo a los creyentes de la Gracia fue ofrecido eternamente como remedio y justificación a la humanidad entera. La realidad del Reino debe ser reevaluada y apreciada para el mejor provecho de la vida cristiana…

 Para Ver. El paraíso restaurado. Apoc. 22:1-5




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