Jesús Vs. Yehoshua. N.1

El Presente material ha llegado a mis manos y desconozco su origen o su autor, sin embargo creo que es una herramienta muy importante para evitar confusión dentro del pueblo de Dios, con este pensamiento en mente al presentarlo aquí espero estar cumpliendo con el objetivo de escritor.

Espero que todos puedan ser bendecidos con tan importante información.
Atentamente. Milton Alonso Granados.
Ministerio de la Eternidad, Principio y Fin de los Siglos. Apocalipsis 14:6.

2.1. Los “Judíos Mesiánicos” y Su Rechazo A La Forma Española Jesús
A finales de 1960 y principios de 1970, surgieron desde el movimiento carismático congregaciones y organizaciones de personas que se identificaron como “judíos mesiánicos”, las cuales se han constituido en su inmensa mayoría por gentiles que han intentado imitar un modo de vida judío, aunque a diferencia del judaísmo ortodoxo ellos sostienen que Yeshua es el Mesías. Ellos insisten en que la pronunciación hebrea del nombre del Mesías es la única pronunciación válida para hallar el perdón de los pecados y la reconciliación con Dios, así que reniegan de cualquiera de las otras formas en las que se pronuncia el nombre del Mesías según los distintos idiomas del mundo. (Vea el Apéndice E – El Nombre del Mesías en los Diversos Idiomas del Mundo). Incluso, ellos han llegado al extremo de etiquetar a la forma española Jesús, como blasfema o pagana. Vamos a analizar sus principales argumentos para demostrar los puntos en los que estos fallan.
2.1.1.  El Hebreo no es un Idioma Más Sagrado que los Otros
Los “judíos mesiánicos” coinciden en catalogar al hebreo como el idioma sagrado o el lenguaje espiritual, y sostienen que el hebreo es el único idioma que capta el concepto original del programa de Dios para el hombre. Algunos incluso especulan que éste es el idioma que se habla en el cielo, que fue el idioma que hablaron Adán y Eva en el Huerto del Edén, y que tras la confusión de lenguas surgidas en Babel todos los idiomas del mundo llegaron a ser malditos excepto el hebreo, al punto que según ellos todo el Nuevo Testamento fue escrito originalmente en hebreo. Dicen además que la profecía de Sofonías 3:9 que dice: “En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios”, consiste en que para purificarnos nosotros tenemos que hablar ahora mismo lo más que podamos en hebreo, aunque Dios pondrá a hablar a los vencedores en un hebreo completamente purificado por toda la eternidad. 

Como respuesta a lo anterior, vemos que la Biblia habla en plural diciendo que hay “lenguas angélicas” (1 Corintios 13:1), pero nunca dice que los ángeles (o Dios) hablen exclusivamente en hebreo. Igualmente, no existe ni una sola porción de la Escritura que diga que el hebreo es la lengua sagrada, que nosotros tenemos que hablar en hebreo para ser salvos, o que las demás lenguas están bajo maldición. Incluso con el hebreo (así como con cualquier otro idioma) se puede bendecir o se puede pecar. Por ejemplo, el profeta Isaías dijo que él habitaba en medio de un pueblo de labios inmundos (Isaías 6:5), aunque su pueblo hablaba en hebreo. Mientras tanto, cuando el Espíritu Santo vino sobre aquellos que estaban reunidos en el aposento alto, comenzaron a hablar en muchos idiomas las maravillas de Dios (Hechos 2:1-11). Para Dios son tan importantes todos los idiomas, que ha dejado dentro de su iglesia el don de lenguas y ha advertido “no impidáis el hablar en lenguas” (1. Corintios 14:39). Así que la santidad del idioma no consiste en hablar hebreo, sino en usar el lenguaje de una manera que no ofenda a Dios y de esto es que habla Sofonías 3:9. La Escritura nos demanda: “Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios” (Proverbios 4:24), y “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29).

De otro lado, la Biblia jamás dice que el idioma de Adán y Eva fuera el hebreo, o que la gente antes de la confusión de lenguas ocurrida en la Torre de Babel hablara el hebreo. Esto no pudo ser, pues el idioma hebreo “Surgió poco después de 1500 a.J.C. en la región de Palestina, en la ribera oriental del Mar Mediterráneo… El hebreo está emparentado con arameo y siriaco y con lenguas modernas como amhárico (etiópico) y arábigo (tanto antiguo como moderno). Pertenece a un grupo de idiomas que se conocen como semíticos (así llamados porque la Biblia cuenta que todos fueron lenguas de los descendientes de Sem, hijo de Noé). El idioma semítico más antiguo que se conoce fue el acádico, escrito con un sistema de signos en forma de cuñas, o cuneiforme. Los textos acádicos más antiguos se escribieron en tablillas de arcilla cerca del año 2400 a.J.C. Los idiomas babilónico y asirio son dialectos tardíos del acádico y ambos dejaron sus huellas en el desarrollo de la lengua hebraica”. [23]

  
Lo que sabemos, es que antes de la Torre de Babel el hombre hablaba un solo idioma (Génesis 11:1) y que hablar cualquier idioma es un milagro de Dios. “El mero hecho de que Dios dotara a Adán y a Eva para hablar en un idioma que ellos entendieran, es un milagro de la creación. Además, por el hecho de que Dios pudiera comunicarse con ellos, llegamos a la conclusión de que hablar en lenguas fue un milagro desde el principio. El hombre no comenzó su existencia con gruñidos ininteligibles, chillidos, aullidos o gestos manuales. Dios le puso un idioma que él ya sabía cómo hablar. Las palabras que el hombre usó para describir y transmitir sus pensamientos, estaban programadas dentro de él. Cuando el hombre se convirtió en un alma viviente, también fue una persona hablante… Pero todo esto sucedió por un milagro de Dios. Dios creó un idioma, luego creo varios más en la torre de Babel. De estos milagros descienden todos los idiomas y dialectos conocidos en el mundo de hoy. No hay idioma que no sea producto del milagro de las lenguas de Dios. El lenguaje y los idiomas son un milagro de Dios. La forma de la boca, la manera en la cual la lengua se puede mover, y las cámaras de sonidos especiales en la boca, en la garganta y en las fosas nasales, todos funcionan para hacer posible el habla”. [24]

En el mundo hay muchos idiomas y ninguno de ellos carece de significado (1. Corintios 14:10). Dios ha querido dar a conocer la salvación en todo el mundo en la lengua de cada quien, y su deseo será satisfecho pues en el Apocalipsis vemos a una multitud vestida de ropas blancas de toda tribu, pueblo, lengua y nación (Apocalipsis 7:9).

Por último, no existe ninguna evidencia de siquiera un solo manuscrito del Nuevo Testamento escrito en hebreo que date de los primeros siglos de nuestra era. Los manuscritos medievales del Nuevo Testamento que aparecen en hebreo, se derivan de traducciones del griego y el latín. [25] Mientras tanto, se han encontrado más de 5700 manuscritos del Nuevo Testamento en idioma griego, que atestiguan que el Nuevo Testamento fue originalmente escrito en idioma griego y que por lo tanto los escritores del Nuevo Testamento estuvieron de acuerdo con presentar el nombre del Mesías como Iesous. “Algunos eruditos creen que Mateo fue escrito originalmente en hebreo o arameo, pero es imposible sostener que todo el Nuevo Testamento fue escrito en esos idiomas. El Evangelio de Lucas y el libro de Hechos fueron escritos por un gentil, Lucas, y fue dirigido a otro Gentil, Teófilo, y es improbable que cualquiera de ellos supiera hebreo o arameo. Pablo escribió sus cartas a las iglesias gentiles. Claramente, estos escritores utilizaron el griego. Por otra parte, un estudio del estilo, de la gramática, de los idiomas, y del vocabulario del Nuevo Testamento demuestra que el griego fue la lengua original. Para que la posición de los [judíos mesiánicos] sea correcta, Jesús, los apóstoles, y la iglesia temprana habrían tenido que utilizar el Yeshua del hebreo temprano y nunca utilizar cualquier otra variación, incluso al hablar o al escribir en el hebreo, arameo o el griego de sus días. No tenemos un solo manuscrito o una versión antigua del Nuevo Testamento que lo haga así, y nadie ha registrado jamás la existencia de tal manuscrito”. [26]



2.1.2.        Los Nombres Hebreos Sí Se Traducen (Y Se Han Traducido)
Los “judíos mesiánicos” dicen que los nombres no se deben traducir, especialmente los nombres hebreos ya que perderían su significado esencial, es decir el sentido de lo que deseaban transmitir en cuanto a la naturaleza, historia o reputación de su portador. Dicen que en el hebreo se capta muy bien el significado del nombre Yeshua que quiere decir Elohim Salva, pero que las traducciones hechas en los demás idiomas no significan nada (o incluso pueden llegar a tener un significado blasfemo).  

Como respuesta a lo anterior, debemos resaltar que en la época de Cristo, el griego era el idioma dominante en el mundo “debido a que las conquistas de Alejandro el Grande lo difundieron por doquier. Y así se creó una situación en que las gentes, en su vida privada y doméstica, hablaban su lengua vernácula, pero en la vida comercial y pública se expresaban en griego. Hasta qué punto fue así puede verse en que por aquel tiempo había personas con dos nombres: uno, el que recibió en su propia lengua, y el otro era griego”. [27] Como resultado, se presentaron estos tres casos:

El primero, fue aquel en el que algunos judíos adoptaron un nombre griego que no tenía nada que ver con su nombre hebreo, como por ejemplo el apóstol Pablo que es su nombre griego y significa “pequeño” o “exiguo”, mientras que su nombre hebreo Saulo significa “invocado”, “llamado” o “pedido” (Ver Hechos 13:9).

El segundo caso, fue cuando se tradujo al griego el significado de un nombre hebreo, pero como resultado se perdió su sonido original. Así por ejemplo, se habla de Tomás llamado Dídimo (Ver Juan 11:16, 20:24, 21:2); donde Tomás es el nombre hebreo y Dídimo es el nombre griego, pero ambos significan el gemelo. También se habla de Cefas que quiere decir Pedro (Juan 1:42); donde Cefas es el nombre hebreo y Petros –Pedro- es el nombre griego, pero ambos significan piedra. Otro ejemplo muy diciente es el del texto de Apocalipsis 9:11: “Y tienen por rey sobre ellos al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión” (Apocalipsis 9:11). El hebreo Abadón y el griego Apolión, ambos traducen perdición.

El tercer caso fue el más común, y ocurrió cuando se transliteró un nombre hebreo para escribirlo con las letras y reglas gramaticales del alfabeto griego, con el fin de acercar lo más posible la pronunciación hebrea a los sonidos y costumbres existentes en la lengua griega. Así por ejemplo tenemos los nombres: Juan con su forma hebrea Yôḥānnān y griega Ioannis; Zaqueo con su forma hebrea Zakkai y griega Zakchaios; Jacob con su forma hebra Ya'akov y griega Iáko̱vos;  Isaac con su forma hebrea Yitzhak y griega Isaákios; David en su forma hebrea Dāwîḏ y griega Davíd; Isaías con su forma hebrea Yeshayaáh y griega I̱saḯas; Elías con su forma hebrea Eliyahū y griega I̱lías; Moisés con su forma hebrea Moshé y griega Mo̱ysí̱s; Mateo con su forma hebrea Matityahu y griega Matthaios; María en su forma hebrea Miryam y griega María; etc. Como lo vimos anteriormente, este fue el caso que se siguió para pasar el nombre Jesús desde el hebreo Yeshua al griego Iesous. En todos los ejemplos anteriores, vemos que estas transliteraciones (que partieron desde los propios judíos) evocan a nombres cuya lengua de origen es el hebreo. Haciendo un estudio etimológico de estos nombres, podemos llegar a conocer su significado y en algunos casos hasta su origen. Incluso, hasta los gentiles que se llaman “judíos mesiánicos” (y que por tanto no han tenido al hebreo como lengua materna), no han captado el significado de estos nombres por simplemente repetir la pronunciación de estos en hebreo, sino que para poder conocer la esencia de esos nombres han tenido que hacer (al igual que nosotros) los estudios etimológicos correspondientes. Esto nos indica que la pronunciación de aquellos nombres en hebreo no tiene ningún poder adicional para poder conocer su significado, y que una vez conocidos sus significados estos se mantienen en las diversas formas en que aparecen en los diversos idiomas del mundo. Esta también es la razón por la cual Dios ha honrado el uso de la forma española de su nombre, y por eso cuando cualquier persona que habla el español utiliza el nombre de Jesús con la fe en el Mesías y su obra redentora, ha visto la respuesta a sus oraciones y también suceder milagros y prodigios.    

2.1.3.  La Forma Española Jesús No Es Ni Pagana Ni Blasfema
Algo es de origen pagano si tuvo su principio en los cultos idolatras y es blasfemo si se trata de una grave injuria contra Dios. Algunos “judíos mesiánicos” han llegado al extremo de decir que la forma española Jesús es pagana y blasfema. Por ejemplo, algunos dicen que en hebreo, Jesús significa: “He aquí el caballo” (o “he aquí la bestia”), ya que si se recurre a la Concordancia Exhaustiva de Strong vemos que en el #H1887 dice que Je = He aquí y en el #H5483 dice que sus = caballo (y el caballo es una bestia). Otros dicen que la forma latina Iesus, significa: “Este es un cerdo”, porque si uno toma un diccionario latino, encontrará que: i.e. (abreviatura de id est) = esto es y sus(suis) = cerdo. Incluso dicen que esta forma latina fue inventada por Poncio Pilato (y los romanos) para hacer burla del Mesías cuando puso sobre la cruz una inscripción que decía: “Iesus Nazarenus, Rex Iudaeorun” (Ver Juan 19:19-20). Por último, otros dicen que el nombre Jesús guarda estrecha relación con el nombre de Zeus, el dios más grande del panteón greco-romano, ya que tienen las mismas vocales.

Todos los ejemplos anteriores corresponden a falsas etimologías, que por más ingeniosas que parezcan no por eso dejan de ser embusteras. Estas toman como punto de partida unas simples similitudes fonéticas, así como las atracciones semánticas de sus inventores hacia unos ciertos sonidos, y con estas fabrican unas supuestas etimologías con las que intentan adulterar el significado de las formas del nombre del Mesías en griego, latín y español. Así que este puede ser un caso de etimología popular. [28] Todas estas falsas etimologías pasan por alto que el significado de las palabras es convencional, y que por lo tanto las palabras no tienen más significado verdadero que el que llegan a adquirir en el seno de una comunidad lingüística en un momento dado.  

Decir que la pronunciación española Jesús significa en hebreo “He aquí el caballo”, es un argumento infame que ignora voluntariamente que cada idioma tiene su propio código (es decir su propio sistema de signos, de significantes y de reglas que le permiten formular y hacer comprensible un mensaje). Para que la comunicación sea posible, el emisor y el receptor deben compartir el mismo código en el marco de un determinado contexto lingüístico. Así que aunque hay palabras que suenan igual o muy parecido en dos (o más) idiomas diferentes, es una necedad insistir en que por esa simple correlación fonética se puede atribuir a la palabra de un idioma la historia, el contenido y el significado de una palabra que suene similar en otro idioma.

Por ejemplo tenemos ciertas palabras hebreas que tienen un sonido similar en el español pero con significados muy diferentes como: /atún/ que en hebreo significa horno (ver #H861 de Strong para אַתּוּן), /gol/ que en hebreo significa redoma (ver #H1531 para גֹּל), /jamón/ que en hebreo significa muchedumbre (ver #H1995 para הָמוֹן), /león/ que en hebreo significa comunidad (ver #H3816 para לְאֹם), /luz/ que en hebreo significa apartado o perverso (ver #H3868 paraלוּז), y /matar/  que en hebreo significa lluvia (ver #H4306 para מָטַר).

Si no es admisible transportar significados para palabras completas que suenan igual en dos idiomas diferentes, mucho menos es válido hacerlo para voces o sonidos sueltos que luego se intentan combinar caprichosamente. La imaginación podría dar para hacer muchas de esas absurdas combinaciones. Por ejemplo, para la palabra /bal-ón/, podrían salir las siguientes combinaciones: “Nada de allí”, “corazón deseoso”, “usualmente vigoroso”, “resueltamente rico”. [30] Igualmente para /Je-sús/, podría salir: “Miren al que resplandece” ó “He aquí el que se regocija” (pues #H1887 dice que Je = He aquí, ¡Miren!, y #H7797 dice que sus = estar brillante, alegre, regocijar). [31] 

De lo anterior, vemos que cada una de estas palabras y sonidos hebreos tiene su propio significado en su propio idioma y contexto, y que éste significado no es transportable al español por el hecho de que coincida su realización fonética. También vemos el sentido perverso de quien inventó el argumento del caballo, pues ignoró el otro significado de sus que daría una combinación favorable.

Decir que la pronunciación latina Iesus significa en latín “Este es un cerdo”, es un argumento igualmente malintencionado y lleno de ignorancia que intenta decirnos que las partes en las que se pueda dividir una palabra siempre dan el significado total de ella. Esto es tan ridículo como decir que la palabra latina versus se podría descomponer como ver-sus y significaría “cerdo joven” porque en latín ver significa juventud y sus significa cerdo. Sin embargo, al observar completa a la palabra versus en un diccionario latino, vemos que ésta tiene varios significados como: “hacia”, “se volvió”, “fue barrido”, “voltear el arado para hacer surcos”, “verso”, “hilera”, “renglón”,[32] pero nunca “cerdo joven”.

Además, en latín el sonido sus tiene otro significado que es arriba (en relación con las palabras latinas subuorsum, sursum y sussum). Como ejemplo véase la locución latina susque deque que significa de arriba abajo. [33] Por lo tanto, si uno siguiera esa misma lógica artificial, podría decir que Iesus significa: “Este es el de arriba”. Por supuesto, esta última composición no les gusta a los “judíos mesiánicos”, pues ellos procuran escoger a su amaño la composición ficticia desfavorable.
Otro análisis que se puede hacer, es que la abreviatura i.e. que corresponde a la frase latina "id est" (esto es), nunca se utiliza como demostrativo y abriendo frase como pretenden imponerlo los “judíos mesiánicos” en su invención “i.e.-sus”, sino que “Se utiliza entre pausas para dar paso a una explicación [o aclaración] de algo que se acaba de expresar”.

Así que la invención: “este es un cerdo” no tiene como prosperar por donde quiera que se le mire.
Por último, el testimonio de Juan 19:19-20, simplemente nos muestra que para el tiempo de Cristo ya se escribía el nombre Jesús en hebreo, en griego y en latín, y por eso la causa de su crucifixión pudo ponerse sin problemas encima de la cruz en esos tres idiomas.
Decir que Jesús significa Zeus porque tienen las mismas vocales, es una fantasía absolutamente descomunal y sin sentido. Esto es tan absurdo como decir que las palabras pecado, bocado, helado y pescado tienen un mismo origen y significado. Además, esa conexión de vocales no existe en el griego, donde tenemos Zeus (Ζέυς) y Iesous (Ìησοῦς). 

Con esto queda demostrado que la forma española Jesús no corresponde a un nombre blasfemo, pagano, hereje, demoniaco o profano, sino que cualquiera que hable español se puede referir así al Rey Mesías. “Las palabras y el idioma tienen como objetivo y meta primordial comunicar pensamientos, y si esto se logra, entonces la pronunciación pasa a segundo plano”. [35] Por eso, “como cuestión práctica, Dios mismo honra el uso de la pronunciación española Jesús. Cuando la gente clama con fe usando este nombre, recibe el Espíritu Santo, recibe respuestas a sus oraciones, recibe sanidades y es liberada de demonios. En conclusión, el nombre de Jesús se puede pronunciar de maneras distintas en los varios idiomas, dialectos y acentos. En todas sus formas, significa lo mismo: el Dios verdadero del Antiguo Testamento se hizo nuestro salvador en la persona histórica de Jesús de Nazaret. Cuando una persona utiliza el nombre con ese entendimiento, y con la fe en Jesús como Señor y Mesías, entonces sin importar la lengua que hable, su oración alcanzará el trono de Dios y su invocación del nombre de Dios será eficaz”.


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